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Cada vez que fallas en un partido bajas la mirada y la diriges hacia la pala mientras en tu cabeza le preguntas “¿Por qué me haces esto? ¿Es que acaso no te cuido? ¿No te limpio después de cada partido y te guardo en la funda? ¿Acaso no te he puesto protector para que no te rasques contra el suelo? Entonces, ¿por qué no paras de fallar una bola tras otra?

¿Por qué me haces esto?

Si las miradas matasen, esa pala ya estaría partida por la mitad. Y es que, tú y yo sabemos que la culpa no es nuestra, es de la pala. O, quizás sí es nuestra, por haberla mimado demasiado. Siempre sobreprotegida, se ha vuelto una vaga, una inútil que se pasa la semana en el paletero descansando y cuando llega el momento de trabajar, simplemente no le apetece. 

En cambio, tú te levantas todos los días a las 6 de la mañana para ganar dinerito y poder concederle todos sus caprichos, que si protector transparente resistente, pero que pese poco, que si overgrips nuevos, que si añadirle más peso al puño porque se hace un poco cabezona… y, ¡así es como te lo agradece! ¡Un momento de desconexión que tienes y te lo amarga!

Miras la pala del rival y piensas, “con esa pala yo también ganaría”. De repente te acuerdas que en el paletero tienes otra pala. No te va muy bien, pero ya lleva suficientemente castigada en el paletero para haber aprendido la lección. 

Así que lo haces. Como si de un partido de fútbol se tratara, haces un cambio a la media hora de partido. La humillación total para la pala, ¡ser sustituida por otra que ni siquiera te gusta!

Ya con la suplente en la pista, la cosa no mejora. ¡Vaya! La rebelión de las palas ha comenzado, se han conjurado entre ellas para amargarme el partido de pádel.

¿Y ahora qué hago? En un descanso vas a por el paletero y vuelves a sacar la pala titular. Le dices, “Más te vale que ahora te comportes”.

El partido sigue igual, fallando más que una pala de feria. ¿Pero tú qué puedes hacer? Sólo eres una víctima más, porque ambos sabemos que la culpa es sólo de la pala. 

Nada tiene que ver con que tengas un mal día, uno detrás de otro. Cada vez que entras a una pista de pádel es como el día de la marmota, y todo porque la pala te odia.

Escurriendo el bulto

Ni por un segundo te has parado a pensar que esas palas que están en tu paletero no tienen la culpa de nada. La culpa es tuya y de nadie más, pero es mejor buscar excusas que reconocer tus propios errores. 

¿Qué errores? Un error muy habitual suele ser una mala elección de pala. Te crees tan bueno que cuando te vas a comprar una pala pides directamente la mejor que tengan. ¿Pero cuál es la mejor? ¿La mejor para quién? 

Has visto a uno muy bueno en tu club con una pala que mola mucho, que le va muy bien según te comenta y dices, “pues me compro esa, a ver quién me gana luego”.

Tienes una pala que es un cañón pero, cuando empiezas a jugar, parece más una pistola de agua. “¡Esta pala está defectuosa!”, no hay otra explicación. 

Seguro que has escuchado más de una vez eso de “No es el arco, es el arquero”. Una pala no va a ganar los partidos por ti, lo que va a hacer es ayudarte. Si notas que la pala más que ayudarte te penaliza, es que claramente te has equivocado de pala.

He visto mucha gente con un nivel “flojo” jugando con palas técnicas, a las que no sólo no son capaces de sacarle todo el partido, sino que les penalizaba. 

Hay una pala para cada momento, nivel, tipo de juego… Sólo hay que saber extrapolar tus sensaciones a las características de las palas.

A todos nos gustaría tener un nivel más alto del que tenemos y ser capaces de dominar cualquier pala. Pero, ¿de qué nos sirve elegir una pala que es un cañón si no sabemos hacer un remate decente?

Quizás seas bueno técnicamente, pero seas un jugador tremendamente irregular. Los días que estás “on fire” no te acuerdas de la pala. “¡Ay!”, pero esos días en los que no te entra nada… ¡cómo la odias!

Reconociendo errores

¿No te gustaría que en esos malos días alguien te echara una mano? Lo primero es reconocer que la culpa es exclusivamente tuya. Esos días raros en los que no sale nada tienen un gran componente mental que hay que trabajar para salir del bache.

Pero también hay palas de pádel que te pueden echar una mano. Y es que, muchos de nosotros, nos dejamos llevar por una característica en concreto a la hora de elegir una pala, ya sea la potencia, la salida de bola, que sea redonda, que sea preciosa…. pero que luego sólo es una parte de la elección.

¿Por qué no buscar una pala que no destaque en nada? Así dicho suena mal. Nos dejamos llevar por el glamour de la potencia la mayoría de veces pero, ¿porqué no una pala que no sea un 10 en absolutamente nada pero sí un 7/8 en todo? Una pala que cuando las cosas van bien se va a comportar y que cuando las cosas van mal “te va  a echar una mano”.

Esas palas que son como patitos feos a la sombra de otras con más nombre que te terminan engatusando. No te llaman la atención pero que luego siempre cumplen.

Está claro que siempre queremos más de todo, una pala de pádel con más potencia, más control, mejor estética… pero más no siempre es mejor. Lo mejor para ti quizás sea compensar el equilibrio y la consistencia que le falta a tu juego con una pala de esas características.

Y así se acabarán las excusas porque, ambos sabemos, que la culpa no es de la pala.

*Fotos de World Padel Tour

3 Comentarios

  1. Bueno, a veces tambien son manias, si juego en el reves o tengo buenas sensaciones juego con la varlion avant difusor y si juego en la derecha o en el peloteo no me veo fino cambio a la carbon3 pero al final es cierto que no es el arco, es el arquero.
    Saludos.

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