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Cuando empezamos a jugar a pádel, creo que casi todos queríamos ser como Juan Martín Díaz -ahora, quizás, ¿como Paquito Navarro?-. Hacer esos golpes que te dejan con la boca abierta y que levantan estadios. Los muy raritos, como Sanyo Gutiérrez o como Cristian Gutiérrez, haciendo dejaditas, sacando bolas por la puerta -no por su manejo del juego, eso lo descubrimos más tarde, claro-…

Al cabo de jugar unos cuantos partidos, de ver un poco más de pádel de “los buenos”, es hasta común el dar un giro radical y querer ser como Fernando Belasteguín o como Pablo Lima. Sacar todas las bolas en defensa, no dejar ni un hueco, hacer que el rival se desespere… Y acabar ganando el punto con un remate espectacular, claro. Porque el gusto por los remates es algo que nunca desaparece -espero-.

“Ni tanto, ni tan calvo”, como dice el dicho -valga la redundancia-. Lo ideal sería ser un fino estilista, tener un gran físico, hacer una gran lectura del juego… Y, si además eres un buen psicólogo con tu compañero, directo al número 1… Pero, en esta vida, todo no se puede tener, si no eres Ironman. Y, en este deporte, lo que no puedes tener, debes buscarlo en tu pareja.

¿Qué significa el título de este artículo? No es nada más que una simplificación de que, en pádel, las dos partes de la pareja han de complementarse. Y, cuando digo “ataque” o “defensa” no quiere decir que uno sea Messi y el otro Buffon. Quiere decir que el juego sea más o menos ordenado, con más o menos golpes ganadores, con mejor o peor físico, etc.

Lo más habitual, si se pretende que una pareja vaya bien -además de tener una buena relación en caso de jugadores amateurs-, es que, al menos, uno de los dos pueda acabar los puntos, uno de los dos pueda ordenar el juego de la pareja, uno de los dos tenga físico para alargar el punto… Y de ahí vendría la afirmación de que un jugador “defensivo” sumado a uno “atacante” suele ser una buena combinación.

En amateurs, como decíamos antes, es cierto que nos suele gustar más dominar que defender. Ya sea “rascando” bolas desde el fondo o tirando “mil bandejas” para defender la red. Sin embargo, en amateurs aún más que en profesionales, las parejas que no fallan, ganan -¡casi siempre y a “igualdad de nivel”!-. Por lo tanto, una pareja en la que los dos jugadores cierren bien los huecos de la pista, aguanten bola y esperen su momento, podría ser una buena combinación también.

En la tercera combinación vienen los “peros” y los dolores de cabeza. ¿Qué pasa cuando se juntan dos jugadores muy talentosos pero que no destacan por ser muy ordenados, ni por defender muy bien? Pues… Puede pasar de todo, pero lo más probable es que acabe en tragedia. ¿Por qué? Porque el pádel se juega entre paredes y no suelen acabarse los puntos en dos golpes. Además, esos jugadores suelen estar acostumbrados a no ver que su compañero falla por correr riesgos, con lo que, a nivel psicológico, puede llevar a algún que otro problemilla. Ahora, si sale bien… La gente se acercará a esa pista a verlos jugar.

Todo esto, claro, es una simplificación. Luego entran en juego muchísimos factores. Porque no todos somos iguales, ni tenemos caracteres iguales, aún pudiendo tener patrones de juego similares… Y parejas que podrían ir fatal, van bien, y viceversa.

Y tú… ¿Cómo eres como jugador?¿Qué tipo de pareja te va mejor?

*Foto de World Padel Tour

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