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El pádel, ese deporte que tanto nos gusta y que nos hace olvidar los quehaceres diarios. ¿Qué haríamos si no existiera el pádel?

Un deporte que puede practicar cualquiera. Algunos se empeñan en atacarlo precisamente por eso, como si fuese algo malo. ¿Qué pasa? Que por no tener una buena coordinación, estar pasado de peso, no tener una buena técnica, ¿no se puede practicar un deporte? Siempre está ahí la comparación con el tenis, como si en el tenis no hubiese gente con escaso nivel que lo practique. Y tú, ¿piensas que a esa gente le importa ser mejor o peor? ¿no se te ha ocurrido pensar que lo único que quiera es divertirse haciendo algo que le gusta? ¿Por qué hay que juzgarlo todo o compararlo con otros deportes? ¿No te cansa escuchar siempre la comparación del pádel con el tenis? Que cada uno juegue a lo que más le guste.

Si por algo gusta el pádel es por lo divertido que es. No todo el mundo juega para competir, sino para pasárselo bien, y eso es algo que el pádel permite. Es un deporte en el que es fácil comenzar, con una pala y un compañero, ¡a jugar! Luego ya la cosa se complica cuando va subiendo el nivel pero, eso ya, es otro tema.

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Que eres malo, ¿acaso importa? ¿Te vas a divertir menos por ello? A ver, si lo único que quieres es ganar pues puede que sí. Si solo quieres pasar un rato con tus amigos, desde luego que no.

Además, es un deporte de segundas oportunidades. No solo por el tema de las paredes, que siempre te da una segunda oportunidad de llegar a una bola que te ha sobrepasado, sino también porque da la oportunidad a gente que, por lo que sea, ha dejado de practicar otros deportes. Porque, a nivel de iniciación, no es un deporte exigente. Como decía, solo necesitas un compañero, una pala y ganas de pasarlo bien.

Cuando ya empiezas a mejorar y ser más competitivo, te das cuenta de todas las posibilidades que te ofrece el pádel. Has desbloqueado un nuevo nivel y ves que tienes mucho por aprender. Pensabas que ya controlabas todo y resulta que solo sabes agarrar la pala y poco más. De técnica andas limitado y la táctica ni la conoces.

Esos piques con ciertos rivales que se convierten en tu némesis. Siempre hay una pareja con la que juegas habitualmente en tu club y cuyos partidos preparas de forma especial, hablando con tu compañero días antes del partido para preparar una estrategia para ganarles.

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Ese “¡Vamos!” al unísono con tu compañero cuando ganáis un punto importante. Pero también esos ánimos cuando tu compañero la ha cagado, o al revés.

Esa sensación de placer que se te queda en el cuerpo cuando sacas tu primera bola x3. Lo mismo has perdido el partido, pero tú por fin has sacado la bola de la pista.

Porque en el pádel se puede disfrutar perdiendo. Esos partidos disputados en los que cada punto son un intercambio de golpes interminables. Tus piernas no dan más de si, pero sigues aguantando, no sabes cómo, fuera de posición, pasando la bola como puedes. Cuando acaba el punto os felicitáis los cuatro y piensas “¡qué puntazo”.

Esa tensión que se produce cuando un saque se alarga y se alarga y parece no tener fin. Ventaja, iguales, ventaja, iguales… cualquier cosa puede pasar y, aunque estés sufriendo, lo estás disfrutando como un niño pequeño.

Da igual tu nivel, tu edad, tu condición física… Esa es la esencia del pádel, disfrutar cada momento que estés en la pista.

*Foto de World Padel Tour

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